Dícese de la fuerza ancestral e inocente con la que una tarta atrae al dedo de un niño. Muy debil, por cierto, debe ser esa fuerza pues el dedito infantil ya tiende de por si al dulce.
Y en cada uno de nosotros habita aún ese crio dispuesto a la aventura de adelantarse a las leyes naturales y meter el dedo en la nata. O de explorar las llamativas fresas que mancharán nuestra cara y toda nuestra ropa. Es la innata tendencia del saber y del placer.
La fotografía es gentileza de Abriles
3 comentarios:
Genial, como siempre ;D
Un beso
teniendo en cuenta que Dedo Infantil tiende a dulce. La fuerza con la que se atraen dedo y tarta depende únicamente de la distancia que los separa.
Quisiera yo saber cuándo y cómo empezamos a perder ese instinto por el placer, tal vez en el momento en que nos volvemos neuróticos sociales y nos convertimos en esclavos de las obligaciones. Seamos libres.
Besos.
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